
El rol de las Comunidades Autónomas ante el aumento del gasto en defensa: promover ecosistemas de innovación dual
Europa va a gastar mucho dinero en defensa. Nos puede gustar o no, pero es una realidad que nos va a acompañar en los próximos años. En este artículo proponemos a las Administraciones Públicas, especialmente a las Comunidades Autónomas, una vía para que utilicen este contexto con inteligencia, no solo para contribuir al objetivo de seguridad europeo, sino también para impulsar la competitividad e innovación de su industria.
En las prisas por gastar estos fondos, podemos intentar crear un “campeón nacional” o a lo sumo unos pocos actores regionales centrados en desarrollar tecnologías exclusivamente militares. También podemos utilizar esta oportunidad para fomentar un ecosistema de innovación abierto, donde el gasto público potencie el sector deeptech de doble uso (civil y militar).
Nosotros tenemos claro cuál es la opción estratégica para nuestro país.
Antes, un brevísimo repaso histórico para los escépticos. En las décadas de los 50 y 60, la gran inversión en defensa e industria aeroespacial generó tecnologías que hoy mueven la economía: GPS, internet, o semiconductores, entre otras. Es la famosa historia del Estado Emprendedor de Mariana Mazzucato. El Estado definió el horizonte con objetivos claros, comprometiendo recursos y desarrollando capacidades internas. La industria respondió, y lo civil se benefició durante décadas. Con el tiempo, sin embargo, el sector fue perdiendo el pulso innovador debido a procesos de compra pública complejos, lentos y opacos. El resultado: un mercado concentrado en pocas compañías con poco incentivo a la innovación. Los grandes proveedores, los primes, perdieron el empuje innovador y tanto el sector defensa como sus derivados civiles perdieron tracción.
Esta falta de innovación ha estado en el centro del debate en Estados Unidos desde hace tiempo, aunque en los últimos años la situación ha cambiado y nuevos actores como SpaceX o Anduril y muchas otras compañías medianas y pequeñas han conseguido irrumpir en un mercado que parecía cerrado. El contexto geopolítico ha generado una sensación de urgencia para el país por estar a la última en tecnología. Y para conseguirlo, el Gobierno norteamericano está promoviendo procesos de inversión y compra pública más ágiles y abiertos.
El resultado no es solo militar: estas empresas están cambiando sectores enteros, desde el acceso al espacio hasta la analítica de datos. También los primes se han vuelto más innovadores y colaboran con empresas nuevas proporcionando el conocimiento del sector, la capacidad de integración y la escala sin la cual es imposible llegar a niveles masivos de producción industrial.
En España deberíamos tomar nota. ¿Concentramos recursos en una sola gran empresa de tecnología militar capaz de competir a escala internacional o apostamos por un ecosistema amplio de actores que, de forma distribuida, impulsen la innovación no solo militar?
La experiencia internacional, y especialmente la de Estados Unidos, muestra que el camino más fértil es diseñar un modelo híbrido, en el que grandes integradores convivan con un tejido diverso de startups, pymes, universidades y fondos de inversión. De esa interacción emerge no solo capacidad de defensa, sino también innovación dual con impacto en industrias civiles y, en última instancia, en la competitividad del país.
En este punto alguien dirá, con razón, que España no es Estados Unidos. Que no tenemos ni la trayectoria, ni el presupuesto, ni la escala. Es cierto, pero eso no significa que no haya ejemplos útiles que se puedan replicar. Quizá no podamos crear un DARPA, ni canalizar fondos privados con el volumen del American Dynamism, pero sí podemos ser más inteligentes y estratégicos a nuestra escala.
Gastar, vamos a gastar, así que hagámoslo bien.
¿Qué podemos copiar del mejor “manual” internacional? Primero, abrir la contratación de tecnologías duales de las Comunidades Autónomas y el Estado a pymes tecnológicas; segundo, fijar incentivos que premien resultados (plazos, milestones, coste total de ciclo de vida), no horas facturadas; tercero, sistemas dinámicos de adquisición para IA, software, drones y comunicaciones seguras con ciclos de adjudicación cortos. El marketplace de Tradewinds en Estados Unidos es un buen ejemplo con excelentes resultados: contratos en 51 días de media y 88% de contratos a proveedores no tradicionales en el 2024. ¿Por qué no un “Tradewinds de Tecnologías Duales” bajo reglas de la Ley de Contratos del Sector Público?
No empezamos de cero: ya hay éxitos españoles. PLD Space puso en 2023 el primer cohete privado europeo en vuelo; SATLANTIS lidera cargas útiles ópticas de alta resolución para observación de la Tierra; XRF es nuestro Anduril. Lo que estas empresas necesitan no es tanto una subvención más, sino contratos que quieran resolver problemas operativos claros, requisitos abiertos y pruebas en contexto real con adopción posterior.
La oportunidad es también civil: comunicaciones de órbita baja, sistemas de monitoreo y respuesta para emergencias, sensores, ciberseguridad, infraestructura de datos, industria de drones… Todo tiene usos en energía, emergencias, agricultura, puertos y ciudades. Bruselas está pidiendo escala e interoperabilidad europea, así que si España logra además encajar su agenda nacional con los instrumentos europeos, multiplicará cada euro y generará empleos de alta cualificación.
El peor error sería dejarse llevar por la inercia y gastarlo todo en unos pocos contratistas, con contratos cerrados y métricas laxas. Eso ahoga a la nueva oferta y nos deja sin innovación ni seguridad. El mejor camino es un ecosistema híbrido con reglas claras, un sistema abierto que incentive tanto la competición como la colaboración entre grandes y pequeñas, acompañado por un sistema de medición del porcentaje de adjudicaciones a no‑primes, o la tasa de conversión de prototipos a adquisiciones a escala. Si lo hacemos así, en tres años España tendrá más capacidades, más exportaciones y más resiliencia.
La ventana está abierta. Aprovechémosla.
* Firma invitada: Fernando Fernandez-Monge. Senior Asssociate en Bloomberg-Harvard City Leadership Initiative.